Canto desde esta cima para que nos oigan
subimos buscando el sol, hasta los mil trescientos
cincuenta y siete metros,
que es lo más alto de esta montaña;
no vimos a Dios por allí, pero estaba su mano presente.
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Subimos sin más pertrechos que la memoria,
sin más escudo que la niebla sin freno,
nos hacíamos mutua compañía unos a otros;
y era honda la montaña y alto el río.
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Le dije a mi hermano: si caigo de aquí,
seré universo desparramado de tus manos;
y el sol seguía fugitivo hacia el poniente,
a lo lejos se divisaba el pantano.
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De ser piel y locura, labios y cataclismo
se mofaba la luna, allá en el río,
mientras orgullosa se peinaba;
y yo pensé: seré para que seamos tres.
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Desbordada montaña, multiplicado el río,
santa la noche que se acerca despacio;
y allá por el horizonte se refleja el ocaso,
busquemos pronto la salida, esposa y hermano.
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Tremenda la vida que nos empujó a estas montañas,
Santa la noche que se acerca despacio,
y lindo como casi se besa desde aquí el cielo,
bendita sea la virginidad de las orquídeas.
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Montaña me traes el sueño,
y río Guadalete, veterano de mis ensueños....!
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