Luchando con la vida, andaba el boyero,
conducía sus vacas por un polvoriento sendero,
fenecía el día el ocaso postrero,
en la copa de un pino trinaba un jilguero.
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Una gran paz en aquellos campos reinaba,
era una gran dicha que en el monte moraba;
los pájaros en el bosque cantaban,
se dormía el ganado con la esquila que a lo lejos temblaba.
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La flor de la adelfa crecía entre bardales
vertía el crepúsculo aromas celestiales;
a lo lejos se divisaban jardines de bellos rosales,
y hasta el cielo llegaban las copas de los pinos reales.
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Con tanto cencerro se mezclaba el son,
con el tino de la calandri, la alondra y el gorrión;
sentía una paz plena en mi alegre corazón,
a mi vera se detuvo un espigado garzón.
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Venía buscando una punta de ganado
el cual con este rebaño se había mezclado;
bien se distinguía, el rebaño era negro y el suyo colorado,
de astas blancas y ubre de pezón sonrosado.
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Todo se solucionó, y dijo: !Gracias forastero!
yo aquí me crié y morir aquí quiero..
se marchó el rapaz cantando, por el mismo sendero....
y en la copa del pino, seguía el jilguero....!
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