IMAGEN TOMADA DE LA RED.
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Un fantasma de olas espumosas
acecha ligero;
el graznido de las gaviotas
desde aquí puede verse
el lugar donde los ancianos
de allá, acostumbran a pasear,
casi religiosamente al atardecer.
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Dejando, tal vez la factura buena
de un calendario de jade y obsidiana;
no sé si será una parábola
o de una parábola descifrable
de la playa de las Catedrales.
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Los ojos de la costa blanca
brillan allá abajo;
y yo no puedo menos que hacer
de estas cuevas de las Catedrales
un ejemplar monumento
a lo que fuera su dermis,
entre la arena y las estrellas
en un lugar incomparable.
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Algún día serán tus manos y las mías
la casa de nuestros hijos y de los mayores;
podremos andar descalzos, sin miedo
al sol, que calienta las arenas
ya dejaremos de hablar en voz baja
por estas extrañas Catedrales....!
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