Imagen tomada de la red.
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Dos lentos bueyes aran en un candor
guiados por una muchacha, el otoño empieza
y entre las negras testas doblegadas
bajo el pesado yugo,
pende un cesto de junco y retama,
donde se escapa el quejio de un bebe,
y tras la yunta marcha una muchacha
que lo amamanta;
un hombre que abre los surcos y una mujer
que echa los garbanzos en la zanja.
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Bajo una nube de carmín y llamas
en el oro fluido y verdinoso
del poniente, las sombras se agigantan.
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El ranchito en la falda de la montaña
se ve el hogar donde la leña chisporrotea;
y la olla al hervir borbollonea,
esperando que llegue la tarde
y vuelva esta feliz pareja
con su misión cumplida de sementera.
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La nieve sigue su tarea sobre los yertos
campos y los caminos, con la noble intención
de tapizarlo todo de blanco;
un viejo acurrucado tiembla y tose,
cerca del fuego, sus poquillos pelos
se los lleva el aire, la vieja atiende la cocina
y una niña cose un jerséis.
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