La noche circuncida madrugadas entre abejas amarillas,
con un afán caníbal en su miope mirada;
es la fiera que arrancara de las flores
su dulce néctar y su codiciado polen
con la espuma de las nubes y las bestias.
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Absorbiendo la yema de la lluvia,
en un zig zag de escalofríos y caras miserables;
que me deja esta feroz abeja,
mientras yo trato de amansarla
con la música de mi gaita gastoreña,
como se amansan a los hombres y a las fieras.
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Caerá su aurora en redes escarlatas,
con el humo del romero que le soplo
y su hambre y su sed serán saciadas;
se encerrara en la luna complacida
sin haber inyectado su veneno en mi sangre.
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Y volverá la luna a sus volcanes
en una fiera niebla inenarrable,
mientras la dulce melodía de mi gaita gastoreña
la transporta en un dulce sueño
a otras flores de otras plantas.
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Vencerá en los túneles del sueño
y creerá que danza la plácida melodía;
de la gaita de un audaz gastoreño
mientras le traen los rayos del sol de un nuevo día....!
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