Y así calladamente contra el humo
del olivo en el cuarto que el jilguero tornasola;
miré tus sufridas manos,-campesina-
de tostada piel, por el sol y la helada.
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Quemadas por la chimenea de súbita chispa honda
que sale de la hoguera en el trastear de la mañana;
y tú te afanabas en hacer unas doradas tostadas
para el pastor y el molinero que en el molino bregaba.
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Con tu perenne delantal y tu pinta de fugaz cortesana,
y fija me cogiste mientras fregabas
el suelo áspero de la rustica cabaña;
mientras ululaba el solano entre las piedras de la montaña.
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El niño distraído frotaba el hueso fino de la caña brava,
con su rayo el viento de levante hacía sonar
su música entre los naranjos en la calle;
en aquella penuria de un lejano corazón.
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Y así calladamente contra el humo de la retama
en el cuarto vacío y sordo,
que el sinsonte tornasolaba;
pienso en tus pobres manos, -campesina-.
***//***
La casa, el naranjo, el pino, el pedrusco y la charca,
las ilusiones de aquella pobre campesina;
más que soñar volaba,
y yo la contemplaba y distraído la admiraba.
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!Cuantos recuerdos me trae a mi
aquella solariega casa en la distancia!.
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