Imagen tomada de la red.
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Para sentirse pintores o pintoras,
no es necesario llamarse Murillo o Picasso;
sólo hay que llevarlo en la sangre
y desde niño/a, practicarlo.
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Sólo hay que sentir el gusanillo por dentro de la pintura,
una tarde fría de lluvia que no permite salir a pasear,
unos recuerdos imborrables de la niñez
con algún rincón o un buen amigo.
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Quizás también un vestido viejo que no tengas problemas
por manchar, (dicen que si se pone al revés, da suerte)
unas pinturas adecuadas, un buen lienzo, caballete,
pinceles adecuados y poco más....
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Alguna agradable música siempre ayuda a concentrarse,
recogerse el cabello, pues el modelo ya lo tenemos...
incrustado en el cerebro, hasta con el mínimo detalle,
pues se quedó gravado aquel que vimos una tarde.
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Con sus palmas o, esparto dando forma a sus cestos,
aquel hombre, que en otro tiempo fue director del banco;
ya sólo tienes que añadirle, mucha alegría,
una pizca de concentración y un puñadito de ilusión.
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Y se cocina todo a fuego lento disfrutando de la tarde,
sacándolo todo del baúl de los ensueños;
un típico rincón, una virgen posesionando por el pueblo,
o un nido de golondrinas alimentando sus poyuelos:
Se sirve al momento, -no tiene efectos secundarios-...!
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