Decir adiós, cuando uno aún no es viejo...
aunque lo parezca, aún siendo del siglo del mil novecientos;
con esas cardenas melenas, es como oler el eno
del sepe recién cortado, cuando caminas en la mañana.
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El baño con el agua más bien fría,
se convierte en una garlopa
anticipadamente fatigada, que te araña la espalda
que te deja sin querer ver el paso del zancudo.
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El tubo de la pasta de dientes es el aroma
de la montaña, con tufillo a madroñeras;
y en el espejo aletea aún el raro ensueño de anoche,
con las alas pisadas por el rocío.
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En el lavabo se ahoga una cucaracha
porque no puede soltarse el nudo de la corbata;
días y noches han de venir para pensarlo...
mientras estemos aquí con la mascarilla confinados.
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Decir adiós, cuando uno aún tiene ganas
de seguir por ahí chafardeando, viendo las mulatas...
que desprenden un aroma que enamora...
en esas playas con esos bikinis tan de moda.
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Aspirar ese perfume, es como zambullirse
en un río registrando los bolsillos de los peces;
y sacarle un pañuelo, alzar la mano a un mango
con frutos maduros y limpiarle el pipis de los pájaros,
ante el estupor de las mariposas....!
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